Un nuevo informe europeo confirma los beneficios del uso de cultivos alimentarios para biocombustibles
Un reciente estudio elaborado por el nova-Institute confirma que la utilización de biomasa agrícola de primera generación (cereales, remolacha azucarera o cultivos oleaginosos) para producir energía y materiales renovables en Europa aporta importantes beneficios para la seguridad alimentaria, la biodiversidad, la agricultura y la mitigación del cambio climático.
Durante años, el debate público sobre el uso de cultivos alimentarios para biocombustibles ha estado marcado por argumentos emocionales o políticos, especialmente en torno a la supuesta competencia entre alimentos y combustibles. Sin embargo, este nuevo informe pone de relieve que esas preocupaciones están en gran medida fuera de lugar, y que, al contrario, la bioeconomía europea genera múltiples beneficios al aprovechar de manera eficiente la producción agrícola disponible.
Cuatro beneficios clave para Europa
- Más seguridad alimentaria
El uso de biomasa de primera generación no merma la disponibilidad de alimentos, sino que la refuerza. La transformación de cereales, remolacha o maíz en bioetanol genera, como coproductos, proteínas y fibras para alimentación animal e incluso humana. Además, estos cultivos pueden redirigirse al mercado alimentario en caso de crisis, actuando como una reserva estratégica de emergencia más rápida y eficiente que un sistema de almacenamiento físico.
- Agricultura más competitiva y resiliente
Permitir que los agricultores vendan sus cosechas a distintos mercados (alimentación, energía, materiales) mejora su seguridad económica y fomenta la innovación en prácticas agrícolas más sostenibles. Según el estudio, esta diversificación de salidas es esencial para garantizar la viabilidad de la agricultura europea a largo plazo.
- Mitigación del cambio climático
La desfosilización de los sectores químico y energético requiere biomasa a gran escala. Aunque se promueve el uso de residuos agrícolas o lignocelulosa (segunda generación), estas fuentes son limitadas y mucho más costosas. En cambio, la biomasa de primera generación puede producirse de forma competitiva y escalable, siendo indispensable para alcanzar los objetivos climáticos de la UE.
- Protección de la biodiversidad
Los cultivos alimentarios son la forma más eficiente de producir almidón, azúcar y aceites vegetales por unidad de superficie, lo que reduce la presión para expandir la frontera agrícola. Además, la agricultura de alta tecnología aplicada a estos cultivos mejora la salud del suelo, el almacenamiento de carbono y la biodiversidad.
Una visión para la bioeconomía europea
El informe advierte de que, si se obligara a sustituir el uso de cultivos de primera generación por materias primas de segunda, las consecuencias serían negativas: mayor demanda de tierras (de 5 a 20 veces más superficie), pérdida de la oferta de proteína como coproducto, desaparición de la reserva de emergencia para alimentación, e inviabilidad económica por los altos costes de los azúcares de segunda generación.
Por ello, el nova-Institute concluye que la bioeconomía europea necesita integrar la biomasa de primera generación en un enfoque equilibrado, que combine sostenibilidad ambiental, seguridad alimentaria y competitividad industrial.
El informe completo está disponible en este enlace