Tras la crisis del azúcar seguimos mirando a otro lado.

Tras la crisis del azúcar seguimos mirando a otro lado.

Si nuestro campo muere con él la oportunidad del biorefino.

Durante más de un siglo, la remolacha azucarera articuló empleo, estabilidad agronómica y actividad industrial en amplias zonas de España. De más de noventa fábricas que llegaron a operar, apenas sobreviven tres, y una de ellas podría cerrar de forma inminente. El problema no es solo la desaparición de una industria: es la pérdida del cultivo que vertebraba el territorio y sustentaba un ecosistema rural completo.

Cuando una fábrica rural cierra, no desaparece únicamente una instalación: se desmantelaba un entramado que mantiene vivo el territorio.

Un declive que no era inevitable

La caída del sector no responde únicamente a cambios en el consumo o a la demonización del azúcar. Incluso en años de precios internacionales razonables, la industria ha seguido replegándose, debilitada por la presión de las importaciones, la volatilidad de los mercados y la ausencia de una estrategia capaz de reconvertir la actividad. Otros países, ante situaciones similares, eligieron transformar su industria, no abandonarla.

Lo que otros países han entendido

Brasil, Estados Unidos y Francia han demostrado que existía otra vía. Sus modelos permiten desviar parte de la producción agrícola hacia el biorefino cuando el mercado alimentario se tensiona, estabilizando precios y reforzando la renta del agricultor.

Las dos gráficas que acompañan este artículo lo ilustran con claridad:

  • la primera refleja cómo el crecimiento sostenido del bioetanol en Estados Unidos se ha convertido en un motor económico capaz de impulsar agricultura, empleo e inversión industrial.

  • la segunda muestra cómo la presencia de industria transformadora incrementa el valor de la tierra agrícola en las zonas rurales estadounidense

La conclusión es simple: donde existe industria del biorefino, el territorio gana valor y estabilidad.

Grafica 1. Crecimiento del biorrefino en EEUU
Gráfica 2. EEUU: Produccion de Bioetanol vs Valor de la Tierra

España y sus oportunidades perdidas

Mientras otros países reconvertían su industria azucarera, España ha seguido un patrón peligroso: lo que existía se dejó caer y lo que podía nacer no recibió apoyo para hacerse realidad.

Los cierres de plantas se encadenaron sin una estrategia de transición. Y al mismo tiempo, proyectos capaces de situar a España en la vanguardia del biorefino quedaron paralizados. El caso más evidente es la Biorrefinería Multifuncional de Barcial del Barco (Zamora), un proyecto pionero y viable, con agricultores implicados y contratos de más de diez años, que nunca vio la luz por falta de acompañamiento institucional. España identifica oportunidades, pero no las ejecuta.

Un biorefino que refuerza la alimentación y la energía

Conviene subrayarlo: el biorefino no compite con la alimentación. La refuerza. Las biorrefinerías modernas separan los componentes de los cultivos para producir: proteínas vegetales, aceites comestibles, biomateriales y bioproductos, CO₂ de alta pureza para la industria agroalimentaria, energía renovable para la planta y su entorno, biocombustibles renovables como el bioetanol.

Es una industria que multiplica mercados para los agricultores, refuerza la autonomía alimentaria y energética del país y evita que el valor añadido de los cultivos se pierda fuera de España.

España y su potencial dormido

El potencial de España para desarrollar el biorefino es amplio, diverso y distribuido por todo el territorio. No es exclusivo de una zona: abarca norte, centro y sur.

La Cornisa Cantábrica: Galicia, Asturias y Cantabria

Cuenta con una combinación excepcional de pluviometría, suelos fértiles y temperaturas moderadas. Sin embargo, pierde superficie agrícola en favor de plantaciones forestales poco estructuradas. El minifundio —un problema conocido— puede abordarse con integración parcelaria, cooperación y contratos estables vinculados al biorefino. La región puede aportar tanto cultivos como biomasa residual, manteniendo actividad agraria y evitando el abandono.

Castilla y León

Antiguo corazón remolachero, dispone de logística, agricultores con experiencia y localizaciones industriales idóneas para biorrefinerías modernas. El caso de Barcial del Barco es la prueba más clara de que el potencial existe: lo que faltó fue estrategia.

Zamora y las zonas cerealistas del centro y noroeste

Cuentan con suelos fértiles, cooperativas y cultivos capaces de alimentar proyectos de proteína vegetal, biomateriales y bioetanol.

Castilla-La Mancha

Combina cereal, maíz, viñedo y subproductos agroindustriales que permiten biorrefinerías flexibles basadas en materias primas agrícolas y residuos.

Extremadura

Con regadíos, cultivos extensivos y una industria agroalimentaria en expansión, puede integrar biorrefinerías ligadas a biomasa, subproductos y valorización de residuos.

Andalucía

Es quizá el caso más evidente de un territorio que necesita una industria de relevo. El cierre de las azucareras no refleja falta de potencial agrícola, sino la ausencia de una estrategia que permita a una industria transformadora —como el biorefino— tomar el testigo. Suelos fértiles, regadío, experiencia histórica y disponibilidad de cultivos alternativos hacen de Andalucía una región con un potencial extraordinario para reconstruir una cadena de valor hoy interrumpida.

A todo ello se suma un recurso que España apenas aprovecha: millones de toneladas de residuos agrícolas y subproductos agroindustriales que podrían integrarse en biorrefinerías sostenibles y de proximidad.

España tiene clima, suelo, agricultores, biomasa, infraestructuras y conocimiento. Lo que falta no es materia prima, sino una estrategia nacional que convierta este potencial disperso en una red industrial cohesionada y generadora de valor.

Resiliencia: una cuestión estratégica

Reactivar la industria transformadora no es un deseo: es una necesidad. Un país que depende de importaciones crecientes para alimentar su ganadería, su industria y su movilidad es un país vulnerable.

Una cadena de valor basada en el biorefino aportaría empleo, inversión, autonomía alimentaria y mayor independencia energética. Es justo lo contrario de lo que produce la desaparición de las industrias del azúcar: territorio más pobre, tierra devaluada y abandono agrario.

Un nuevo modelo para revitalizar el campo

El declive del azúcar no debe asumirse como un desenlace inevitable. Es una advertencia. España ha perdido industria y proyectos viables por falta de visión, pero dispone de un potencial extraordinario para construir una industria del biorefino flexible, moderna y alineada con las necesidades del campo.

Las dos gráficas que acompañan este artículo lo resumen mejor que cualquier argumento:

Donde hay biorefino, hay valor, donde hay industria, hay futuro y donde hay campo, hay vida.