El gasoducto BarMar y la piel del oso
Artículo publicado en la revista caloryfrio.com , accede aquí al contenido completo
No sabía si titular este articulo «El cuento de la lechera» o «vender la piel del oso antes de capturarlo». Dedicando un poco de atención a la sabiduría incluida en nuestro refranero popular, nos damos cuenta de que nuestros históricos rasgos latinos siguen estando presentes y esas advertencias sintéticas en forma de cuento o chascarrillo siguen teniendo vigencia.
En los años 90 estudiando la especialidad de Técnicas Energéticas en la ETS de Ingenieros Industriales de Madrid, nuestro profesor de Mecánica Cuántica, D. Guillermo Velarde, vislumbraba un futuro en donde la generación eléctrica provendría de centrales de fusión nuclear en mitad del océano (sin el problema de los residuos radiactivos como la fisión) que además de producir electricidad disociarían la abundante agua del mar para producir hidrógeno que sustituiría a las fuentes fósiles. Como gran catedrático con los pies en el suelo, decía eso es el futuro no nuestro presente.
Sin embargo, hoy sin ese espíritu analítico y meditado de las mentes académicas, nuestras mentes políticas, mediáticas y los grandes influencers económicos y medioambientales acaban de proponer una solución para los problemas energéticos del 2022 y 2023: un gasoducto submarino para el hidrógeno, que sólo puntualmente llevará gas fósil. Irónicamente, no se sabe quién, cómo, dónde y, a que costes se producirá el hidrógeno. Sin embargo, ya se sabe que será rentable y de donde a donde hay que llevarlo, es algo así como hacer autovías uniendo ciudades antes de tener ciudades e inventar el coche.
El problema energético actual
Aun a riesgo de ponerme demasiado académico, analicemos el problema energético hoy:
- No tenemos electricidad renovable suficiente para los usos actuales, los precios que han marcado las fuentes fósiles evidencia de nuestra dependencia en generación de estas fuentes.
- La eólica terrestre ya ha ocupado gran parte del espacio rentable y
- El modelo de generación renovable fotovoltaica compite en muchos casos con el suelo agrícola, está agravando en muchas zonas el problema del abandono del campo y la dependencia alimentaria de Europa. Sin duda hay que poner el foco con más intensidad en la fotovoltaica de techo, en los pequeños productores y en la generación distribuida
- La movilidad eléctrica con baterias aportan un peso extra en el coche de más de 600 kg. No es ni eficiente ni sostenible en el estado del arte actual para transporte 80 kg de persona mover 3 toneladas de hierro. No ayuda en la independencia energética y estabilidad mundial el hecho de que los materiales necesarios sean escasos y concentrados en áreas geográficas.
- El hidrógeno renovable podría ser la solución, pero si se veta al hidrógeno de procedencia biológica (extraer el hidrógeno de nuestra biomasa y residuos) nos vuelve a faltar electricidad renovable, si no llega para los usos actuales ¿cómo vamos a sustituir los millones de tep de combustibles fósiles por ese hidrógeno de electricidad renovable?
- La industria agrícola, química y petroquímica demanda ingentes cantidades de hidrógeno, ahora mismo todo procede de fuentes fósiles. Si se quiere apoyar al hidrógeno lo primero es sustituir el hidrógeno de esas industrias por hidrógeno verde, pero para eso no necesitamos gasoducto, necesitamos electricidad renovable y rentable (o biomasa) buenas infraestructuras eléctricas y ayudas para la conversión in situ de esa electricidad (o biomasa ?) en hidrógeno verde. Cuando esos proyectos adquieran dimensión seguro que la tecnología y la electricidad limpia encontrarán su hueco y sabremos de donde a donde habrá que transportar el nuevo hidrógeno. Y quien sabe si en ese momento, D. Velarde tendrá al fin razón y una tecnología disruptiva, que esta produciendo energía en el sol desde hace millones de años, dejará en pañales a los miles de hectáreas ocupadas al campo por las renovables del siglo XXI.
No es verde todo lo que reluce
Teniendo en cuenta el anterior escenario y que se necesita gas barato para la industria europea (por primera vez en este aspecto la industria española podría estar mejor posicionada), Europa se ha visto en la necesidad de pintar como verde un proyecto que hace unos meses evitaban por no estar alineado con los objetivos de transición ecológica. Tras semanas de presión sobre Francia para que aceptara el proyecto del MidCat, con Alemania haciendo de socio de Portugal y de España, finalmente Francia acepta que ese gaseoducto por los Pirineos sea sustituido por un “corredor de hidrógeno verde (BarMar).
Sobre el BarMar, la vicepresidenta 3ª y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera ha declarado que “lo mejor y más rápido era no prescindir de Francia y que el hidrógeno que se produzca en España llegue al esqueleto europeo”. Por otra parte, nuestro presidente del gobierno, Pedro Sánchez matizo “El bautizado como BarMar será una tubería submarina que transportará principalmente hidrógeno verde, pero también otras fuentes de energía como el gas durante el período de transición energética”.
Claro, como van a decir nuestros apóstoles de la transición energética que se ejecutará un proyecto milmillonario, que se tardará mínimo un lustro en ejecutar y décadas en amortizar, para exportar el gas fósil, que ahora coyunturalmente tiene un mejor precio en España.
Sin duda aumentar la interconexión es una buena noticia, pero si el gasoducto (y su previsible amortización anticipada, ya que la transición avanzará inexorablemente) no lo pagamos los consumidores españoles, no vaya a ser que volvamos a ver un concepto en nuestra factura camuflando la fallida inversión durante décadas.
Al pan, pan y al vino, vino, no manipulemos la información, el gasoducto es para transportar gas natural. A día de hoy, no hay hidrógeno verde rentable y suficiente, ni proyectos del tamaño necesario, tampoco se esperan en esta década movimientos con el volumen de hidrógeno que requeriría la amortización rentable de ese gasoducto.
Conclusiones
Francia, que ni siquiera ha conectado el norte y el sur del país, no tiene ningún interés en que una infraestructura de ese tipo cruce su territorio, son más realistas con el coste-beneficio-inversión y la previsible presión ecologista. En España, ese inicial marketing verde del gasoducto “de hidrógeno” mantiene expectantes a los ecologistas, descolocados y sin una posición clara. En los próximos meses pesará en su posicionamiento que menos del 0,5% del hidrógeno es verde y que esta inversión deriva recursos que se podrían dirigir a la transición energética justa.
En definitiva, una noticia que ha creado expectativas en el sector, pero que por las importantes barreras seguramente será un proyecto que se quede nuevamente en el papel, aunque el nuevo gasoducto “de hidrógeno” acaparé otra vez durante meses, o años, muchos titulares.