Bio-plásticos con piel de tomate
Volvemos desde Bio-E a llamar la atención sobre una innovación bio-sostenible que supondría una revolución para el medio ambiente, la agricultura y la alimentación, pero que nuevamente no avanza por los escasos recursos y visibilidad que se le está dando al biorefino y a la bioeconomía en España.
El objetivo del equipo de científicos liderados por José Alejandro Heredia era crear una alternativa a los plásticos derivados del petróleo, que tienen excelentes propiedades para el envasado de alimentos, pero, cuando terminan en el mar, tardan 450 años en degradarse
Producido a partir de restos y piel de tomate, y descomponiéndose en tan solo un mes en agua de mar, este equipo de investigadores ha creado con éxito un innovador bioplástico con propiedades similares a las que protegen los envases comerciales.
En el Instituto de Horticultura Subtropical y Mediterránea (IHSM) “La Mayora” en Málaga intervienen investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (EELM-CSIC) y grupos de diversos departamentos de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Málaga (UMA) fue creado para promover y coordinar de forma más eficiente la investigación científica en horticultura intensiva y fruticultura subtropical, que se venía desarrollando en las dos entidades.
Uno de los investigadores del Instituto, José Alejandro Heredia, trabaja actualmente en su proyecto titulado “Bioeconomía circular para el envasado de alimentos: aprovechamiento de los residuos de la industria conservera de tomate”. Su investigación tiene como objetivo proporcionar, en términos de bioeconomía circular, soluciones sostenibles y económicamente viables para el uso masivo de plásticos derivados del petróleo en el envasado de alimentos mediante la fabricación de bioplásticos multifuncionales a partir de residuos agrícolas infrautilizados y no comerciales.
El proyecto planea conducir a una reducción global de plásticos utilizados en actividades alimentarias. En particular, los residuos resultantes del procesamiento industrial del fruto del tomate se utilizarán como materia prima bio-renovable, en combinación con otros materiales como el papel, para fabricar productos de origen biológico biodegradables y escalables para grandes volúmenes de producción.
Estos productos ofrecerán los mismos beneficios que los elaborados con plásticos derivados del petróleo, pero se biodegradarán a sustancias no tóxicas, evitando así el problema de recogida y eliminación después de su uso. Las propiedades físicas de estos productos se diseñarán para que sean equivalentes a las de los plásticos comunes mediante modificaciones químicas respetuosas con el medio ambiente. Finalmente, se evaluará la sostenibilidad ambiental y económica de la producción de bioplásticos determinando el impacto ambiental a través del análisis del ciclo de vida y los costos de producción, respectivamente.
La celulosa se extrae en forma purificada de las hojas, los tallos y la piel de los tomates que se desechan en la industria conservera después de hacer salsa de tomate o kétchup. Los investigadores trabajan con la celulosa obtenida de estos restos para crear un material susceptible de ser modificado con sustancias bioactivas antibacterianas y antioxidantes que tienen propiedades para el envasado de alimentos y que además pueden degradarse en un tiempo mínimo en comparación con los envases de plástico.
El bioplástico resultante puede repeler el agua y proteger el contenido del interior. En cuanto al color, puede tener tonos nacarados, ser fluorescente o simplemente tener diferentes colores dependiendo de la exposición a la luz. Sin embargo, podemos pensar en el material como mucho más que una alternativa a las bolsas de plástico; también se puede utilizar para crear otor tipo de accesorios.
Los bioplásticos también se pueden utilizar para hacer «envases inteligentes» funciona como un “sensor” al cambiar su color al degradarse con el tiempo o condiciones ambientales avisa de que el producto contenido puede no estar en óptimas condiciones
Utilizando un protocolo sostenible llamado «química verde», el material también se puede utilizar para revestir el interior de una lata. El investigador José Alejandro Heredia asegura que una vez realizado este proceso es “tan bueno” como los actuales plásticos derivados del petróleo, ya que hacen que el metal “resista muy bien la corrosión y no migre hacia los alimentos”.
Sin embargo, lamenta el investigador, su aplicación comercial está lejos de alcanzarse, ya que la industria del bioplástico necesita inversiones millonarias para alcanzar los costes de escala de la actual industria petróleo dependiente, para que este cambio sea económicamente viable para el usuario.
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https://www.ihsm.uma-csic.es/ihsm